Llevaba taaaanto tiempo leyendo sobre la copa menstrual…
Mi primera reacción fue un «ni borracha«.
Seguí leyendo y mi segunda reacción fue «ni en recontra pedo«.
Seguieron pasando los días y, cada vez que me topaba con un post sobre la copa, me paraba a leerlo y me fue picando la curiosidad. Y cuando pregunté en Facebook si alguna la usaba y recibí una avalancha de comentarios en plan «el mejor invento del mundo», me decidí.
Venden una en Carrefour por algo así como 10 euros y me la traje para casa.
Antes, para quienes no sepan: una copa menstrual es una especie de embudito (sin agujero en el lado pequeño) que se usa para «almacenar» la regla en vez de ir tirándola por la vagina a una toallita/compresa o tampón. O sea, el flujo se retiene en el cacharro ese de silicona médica, que lo podés llevar hasta doce horas del tirón sin problema. Para ponerlo y sacarlo hay que ser contorsionista, pero sobre eso voy luego.
Total, que me compré el bicho ese y lo guardé en el cajón hasta que me bajó la regla: sábado 17 de marzo de 2018, Día 1.
Como indican en las instrucciones, lo herví durante 3 minutos y me fui con él a la ducha. Sabía TODA la teoría de cómo ponerla, sacarla, cortarla (tiene un especie de palito para facilitar la extracción que se puede cortar para que no sobresalga y moleste). Eso, que tenía toda la teoría. Estaba preparada.
Me ducho, doblo la cosa esa como formando una C aplastada, levanto la pata y p’adentro. Como si fuera un tampón, nada del otro mundo. Me muevo, me agacho, me levanto y todo parecía ir ok. Salvo el palito, que no es que me sobresaliera, es que me daba en el pie con él. Así que, saco la copa y lo corto un poco.
Con la experiencia adquirida, levanto pata, meto, me muevo… Y no, eso no había quedado bien. Definitivamente no había quedado bien. ¡Se me salía! Como si mis músculos vaginales, ellos solitos, hubieran decidido que iban a parir un cacho de plástico rosa. Así, hasta tres veces. Sí, señoras y señores, tuve un parto múltiple.
Yo creo que es que no la tenía bien abierta. La cacharra esa, cuando está bien colocada, se tiene que adherir a las paredes vaginales con el anillo de la parte superior de la copa. Si queda doblada, no hace vacío y pasan cosas malas: se sale, hay pérdidas de sangre, incomoda… Es decir, tiene que quedar bien puesta o bien puesta, no hay más opción.
La cuestión es que doblándome sobre mí misma quedé medio satisfecha de cómo había quedado y me fui al sofá, con un protegeslip por si las moscas como plan B. Y empecé a leer experiencias de chicas a las que les pasaba lo mismo: se les salía. La conclusión a la que llegué es que no la estaba colocando bien, no se terminaba de abrir, y al no sellar, se iba resbalando. Hasta que di con un blog donde explicaban cómo doblarla en forma de «V» (y dónde ubicarla exactamente) y fue magia. ¡Parece que funcionaba!
Me volví al sofá muy ufana, pero el palito, aunque recortado, seguía dando por culo. Por ahora, no me atreví a cortarlo más. No por cortarlo mucho (aunque también), sino por no tener que volver a hacer todo el proceso de búsqueda y captura de la copa dentro de mi ser (no se pueden imaginar la cantidad de pellizcos que me di en esa zona tan sensible, ¡no se pueden imaginar!), vaciado, lavado, recolocación (que se dice con una palabra, pero se vive con unas treinta posturas diferentes, ángulos de apertura, ejercicios de Kegel, hurgamientos intensos, comprobación dactilar del perímetro de la copa, más lavados de manos, más pellizcos y risas de esas de reír por no llorar).
Estuve todo el resto del día con la copa (y el protegeslip) y no manché ni una sola gota. Lo hice perfecto. Pero el palito molestaba, así que por la tarde decidí darme un respiro y dejarlo por hoy. Compresa y a disfrutar sin incomodidades. Mañana sería otro día. Pero le iba a ganar a la copa.