Cada vez que veo una de las grullas de origami que Merche Clover hace y suelta por los lugares más insólitos de Madrid, me acuerdo del cuento de Elsa Bornemann, Mil grullas. Les dejo el cuento, tómense un momento para leerlo (o sáltenselo, pero yo les recomiendo que lo lean).
Me encantaba Elsa Bornemann. Me sigue gustando su manera de escribir. Y este cuento en concreto me parece tan hermoso, tan crudo, tan real, que cada tanto lo releo.
Cuando leí este cuento por primera vez, me puse a hacer las grullas. El origami me gusta, y el relato es tan conmovedor que no podés no ponerte a doblar todo papel que caiga en tus manos. Por supuesto, mi objetivo no era tan imperioso como el de Naomi, así que no hice muchas (eran más de 100 seguro, no tenía ya dónde meterlas).
La idea era reproducirlo acá, para compartirlo fácilmente con ustedes, pero buscándolo me topé con la historia de Sadako Sasaki, una nena japonesa que es la Naomi Watanabe verdadera.
Tenía dos años cuando cayó la bomba atómica sobre Hirosima. Tanto ella como su familia salieron ilesos del bombardeo, pero años después desarrolló «la enfermedad de la bomba A«: leucemia. Le dieron un año de vida.
Estando ya ingresada en el hospital, su mejor amiga le recordó la vieja leyenda japonesa de las mil grullas, que concedía a quien plegara mil pájaros el cumplimiento de un deseo. Su amiga le enseñó a hacerlas y le dio la primera. Sadako se puso manos a la obra durante los meses que estuvo en el hospital. Tenía tiempo, cada vez menos fuerza, pero no tenía papel, así que recorría las salas buscando con qué hacer sus grullas. Su mayor deseo era volver a correr, pero cuando otro nene entró en su habitación con la misma enfermedad, lo cambió por algo aún mejor: pidió la curación de todas las víctimas del mundo.
Sin embargo, no pudo completar su objetivo. Murió a los 12 años, con 644 grullas a su alrededor.
Sus familiares y amigos completaron las mil grullas, y fue enterrada con ellas.
Así, se convirtió en un símbolo de paz en Japón, y cada 6 de agosto el monumento que tiene en Hiroshima se llena de grullas hechas por los escolares de muchos lados del mundo.
Buscando más en internet, vi que con las grullas que llegan se hacen bolígrafos, cuadernos, washi y más artículos que se donan o venden, como parte de un proyecto solidario. Qué linda manera de devolver la solidaridad, repartiendo más. Acá, toda la info.
No sé porqué Merche hace y libera sus grullas. Pero siempre me hacen acordar a Naomi Watanabe. Ahora, también, me recordarán a Sadako Sasaki.
NOTA: Ahora ya sé porqué Merche hace sus grullas, me lo acaba de decir por Facebook:
En Japón las 1000 grullas son un regalo común. Se hacen para gente que está pasando un mal momento o en un hito importante en sus vidas. El mes pasado, mi regalo de boda para una de mis mejores amigas fue decorarle el evento con mil grullas de papel. Esto se hace además de por la leyenda de que los dioses te concederán un deseo, y eso es lo que estás regalando, porque son el símbolo de la longevidad, la salud y la buena suerte. Y para las bodas representan además la fidelidad.
Este año decidimos en Esmeralda Elle Lopez Lebon y yo, hacer mil grullas de papel y repartirlas por la ciudad como proyecto fotográfico y una especie de símbolo de repartir estos buenos augurios por donde fuéramos pasando, y que produjera un efecto cascada donde más gente liberara sus grullas. El proyecto completo esta aquí http://liberandogrullas.tumblr.com/