Escaleras p’arriba y p’abajo

Llevo un tiempo ya intentando cambiar el hábito de usar el ascensor para todo. Vivimos en un segundo, así que tampoco es tanto lo que hay que subir por escaleras, ¿no?

Exactamente 32 escalones (48 si subo desde el garaje). Los tengo contados, sí. Es una manía mía (como la de no pisar las rejillas de la acera): en cuanto pongo un pie en una escalera, tengo que contar cuántos escalones tiene.

Bajar esos 48 escalones es fácil. Subirlos, no tanto. Casi siempre se me olvida que me había propuesto no usar el ascensor más que cuando voy cargada con la compra y me acuerdo cuando ya llegué a la planta a la que iba. Debería darle al botón de origen ptra vez y hacer el recorrido por la escalera, pero a tanto aún no me llega la fuerza de voluntad.

Pero poco a poco, me voy acercando a la erradicación definitiva.

La escalera también me viene bien cuando salgo a correr. Me valgo de ella para el calentamiento previo y para los estiramientos de después. Son perfectas para estirar sóleo, gemelos, cuádriceps e isquitibiales. Por suerte aún no me encontré con ningún vecino en ese momento tan íntimo de gimnasio particular. Especialmente cuando llego de correr, ¡debo ser una imagen muy poco agradable para grabar en las retinas de la gente!

De ayer no me acuerdo, pero hoy salí de y llegué a casa solo usando las escaleras. A ver si mañana también, y al otro, y así durante los 21 días que se dice se tarda en adquirir una rutina.

Vamos, que ahora mismo me dicen de irme a vivir a un chaletazo de una planta, con parcela de 1000 m2, árboles frutales, huerto, piscina y pista de pádel y yo les digo que no, no, no, que quiero mis escaleras.