El día de la Carrera del Agua se acercaba. Hacía ya varias semanas que nos habíamos inscrito a la de 5 kilómetros. Podría decir que me había inscrito, porque Edu venía para acompañarme, no para correrla de verdad, por mucho que yo le decía que fuera a su ritmo, que yo voy muy lento y se aburriría, pero, por suerte, no me hizo ni puto caso.
Total, que se acercaba el domingo 10 de mayo. Como saben, estoy con el reto #Objetivo500 (alias «si llego a 100 kilómetros en 2015 me doy con un canto en los dientes, la madre que me parió«), y las últimas semanas le di un buen empujón…

Hasta que el jueves pasado me desgarré la pared abdominal. ¡Me cago en toooooooooodoooooooooooooooooooooooo! Mi primer reacción fue mandar a la mierda todos los deportes. ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡Me acababa de reponer de la mierda de tendinitis de muñeca y ya me iba a tirar otro mes sin poder hacer nada!!!!!!!!!!!! Los improperios se escuchaban por todo el globo. «Voy a colgar las zapatillas de running, las nuevas del gym, la pala de pádel… A tomar por culo todo» fue una de las frases más repetidas en mi Whatsapp. «Mi nueva tabla de ejercicios va a ser ingesta de tartas. Tartas y liposucción para hacer hueco para más tartas; tartas y liposucción, tartas y liposucción» también se pudo leer en alguno de ellos.
Muy muy muy muy harta de mí misma (¿cómo coño se lesiona una un abdominal ¡al levantarse de la silla de la oficina!), no hacía más que pensar en la carrera que me iba a perder (por no hablar de las clases de Baileactivo, mis sesiones de running y la brand new tabla de musculación que me había hecho Juanfran). Claro que todos los pensamientos quedaban en un segundo plano cuando un estornudo se abría paso por mi nariz y me hacía ver las estrellas. O cuando me acostaba. O me levantaba. O me reía. Vamos, cada vez que la mierda de abdominal quería ser el centro del universo.

Resignada, el viernes por la tarde dije «ok, adiós Carrera del Agua, otro año será». Ya habíamos recogido los dorsales y la camiseta, pero ni nos habíamos molestado en preparar nada, porque, eso, no bajábamos.
Al llegar a casa, los tiré por ahí y nos olvidamos del asunto. Me dediqué a dormir todo el sábado (y el domingo también. Debo haber dormido unas 30 horas este finde, jajaja), y hasta me dio tiempo a soñar esa noche que me despertaba el domingo por la mañana y eran las 11:30, y recuerdo haber pensado «joder, ni siquiera me desperté a tiempo para desearle suerte a los que corrían la del Agua y la Carrera de la Mujer» (que era ese día también). Así que, cuando abrí el ojo y le pregunté la hora a Edu, su «son las ocho menos diez» me dio energía.
Y entre la energía de sus mágicas palabras, el descanso proporcionado por las mil horas de sueño (y el ibuprofeno reparamúsculos) y mi locura innata, me escuché diciéndole «¿nos bajamos a la carrera? Me siento bien, no me duele ya al caminar». Y Edu, que no me puede negar nada, me miró con ojos como platos (aunque ya se abstiene de preguntar lo evidente: «¿estás loca?») y me dijo «¿Segura?». Eso dio paso a un frenesí de actividad en casa. Las gatas saltaron de la cama, Edu se tiró a la cocina a preparar desayuno y yo a revolver cada cajón buscando imperdibles (no voy a hacer un post sobre lo poco adecuado de esta palabra para esos cachos de alambres que se esconden cuando se necesitan…). Solo había uno, así que yo me prendí el dorsal a la camiseta y Edu se lo llevó en la mano.
A todo esto se nos habían hecho las 8:20, y Google decía que teníamos 38 minutos de trayecto. Trayecto que se vio interrumpido cuando nos acercamos a la zona de salida, porque estaban ya todas las calles cortadas. Entre eso y que no encontrábamos dónde dejar tirado el coche, nos dieron las 9 (la hora de comienzo) sin que estuviéramos en la línea de salida… Yo casi me sentí aliviada. Me había entrado miedito cuando bajábamos. ¿Y si me jodía más el abdomen por correr? Empezamos un trote suave para intentar llegar antes de las 9:15 a la salida (hora a la que empezaba la 10k), ¡y lo logramos! Vimos un pelotón de personas corriendo hacia nosotros, y nos marcaron el camino. Finalmente, 7 minutos y 14 segundos después de que se pusiera en marcha la carrera, ¡la empezamos nosotros!
Al principio ni siquiera sabíamos por dónde iba el recorrido. No había ni un triste corredor a la vista (no veríamos ninguno en los primeros dos kilómetros y pico). Yo estaba acojonada por la panza (aunque no me dolía nada. Bueno, no me dolía eso concretamente, me dolía el alma, pero eso es lo habitual cuando corro, jajaja), me pesaba el culo (habitual también), las piernas, la mente, la cuestecilla del comienzo, el no ver a nadie, los metros que tuvimos que correr hasta la salida, … Total, que a los 500 metros yo ya estaba que no podía más. Entre correr y recuperar un poco andando, y con la cháchara incesante de Edu («¿estás bien?», «¿te compro agua?», «¿te duele algo?», «mira, en esa tienda blablabla»), fueron pasando los kilómetros. Empezamos a avistar a las primeras runners («mira, no somos los últimos, esas la hacen andando y está perfecto, ¡vamos!») y los primeros ídolos totales a los que amo con locura: los que animan a los corredores («¡vamos, que vas muy bien!» – aunque no fuera cierto-, «¡sigue así, ánimo, que ya queda menos!»). Los cartelitos con los kilómetros se iban sucediendo (no puedo decir que rápidamente, pero lo iban haciendo), y ya me pude centrar en lo que me decía Edu para distraerme y dejara de pensar en que aún faltaban 3 kilómetros. O sea, empecé a encontrarme bien. Empecé a notar que había gente compitiendo (especialmente notoria una chica, que cuando la pasamos empezó a correr rápido para superarnos, se tuvo que poner a andar a los 50 metros, desfondada totalmente, la volvimos a pasar, y vuelta a sprintar para pasarnos… Así durante unos metros, en los que se dejó superar al fin. Chavala, lo siento, pero no tenías a Edu animándote).
36 minutos y 21 segundos después de que empezáramos a correr… Nanananananaaaaaaaaaaa («Carrozas/Carros de fuego»), ¡¡¡llegamos a la meta!!! Como íbamos solos (los de la 10k no nos habían alcanzado, ¡increíble!), la gente aplaudía (viendo el vídeo, comprendo que aplaudían más bien a las nenas que iban detrás), y al de la megafonía le dio tiempo hasta a decir mi nombre (el vídeo, acá).
Es una marca de mierda, un ritmo de mierda (7:16), pero, oye, yo estoy súper orgullosa de haber podido terminar esta carrera. Y gran parte de que yo haya podido hacerla se la debo a Edu. Así que, feliz de haberla acabado y megasúperhiperultrahappy de haberla hecho con Edu.

Como nota final, decir que reordenando los resultados provisionales de la 5k según el tiempo neto en vez de por el oficial, llegué en el puesto 935, de 1060, en la general, 78 (de 98) de mi categoría (¡veterana!, viejuna estoy) y 488 (de 572) de las mujeres.