El lunes pasado Romi soltó un «¡Chicas, lo más probable es que vaya a darle una sorpresa a Ale el viernes, por si alguna se quiere venir!«. Yo quería ir, pero el viernes tenía partido de pádel y no podía. Así que, según se acercaba el día y veía cómo las chicas iban quedando, mi envidia crecía y me ponía más verde que el simbolito del Whatsapp que tanta desdicha me estaba trayendo.
El viernes se presentaba un día aún más duro, porque tocarían los típicos mensajes de «¿Dónde quedamos?», «¿A qué hora?» y, lo que es aún peor, las fotos posteriores con una Aleana radiante y unas Romi, Jime y Maider más sonrientes aún. Peeeeeeeeeeeeeeeero, todo cambió cuando a las 8:30 de ese día, la pareja contraria me dijo que no iban a poder jugar esa tarde. Yo hice el paripé de preguntarle si no podían conseguir sustituta y casi me muero cuando me dijo que iba a intentar conseguir una… ¡Me tenían que ver llamando a las pistas de Collado Mediano cada dos minutos, buscando cancelar la pista antes de que la otra encontrara quien jugara por ella! Al final, como ellas no conseguían a nadie, ya más tranquilamente pude anunciar que ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡me iba yo también a Boadilla!!!!!!!!!!!!!
Y ahí empezaron los dolores de cabeza de Romi. Porque, claro, ella había dicho en el gimnasio que iba a ir con dos amigas y resulta que íbamos a ser ella y cuatro más (cuatro, porque Silvia también sufrió los efectos de la envidia cochina y decidió dejar su cocina en plan pocilga y venirse a pegar saltos a Boadilla). Como la niña esta tiene más recursos que ná, consiguió que las cinco pudiéramos pasar.
No sé si íbamos a una clase de Baileactivo o a robar las joyas de la corona a la Torre de Londres. Romi iba delante, nosotras pegándonos a las paredes para evitar que Aleana nos viera, en silencio sepulcral y esperando la señal que nos dijera «todo ok, podéis seguir hasta el siguiente parapeto«. Chan chan, chan chan chan chan, chan chan chan chan, chan chan chan chan, chan chan tirurirúuuuuuuuuuuuuu, tirurirúuuuuuuuuuuuuuu, tirurirúuuuuuuuu, chan chan, la canción de «Misión imposible» resonaba en mi cabeza. Llegamos a los vestuarios sanas y salvas, donde nos quedamos mientras Romi se acercaba al aula para intentar convencer a Ale de que se fuera metiendo a la sala, que sus amigas eran unas pesadas que aún se estaban cambiando (porque Ale sabía que iba Romi, y que iba con amigas. Lo que no sabía es que esas amigas éramos nosotras, el Comando Villalba, como nos bautizó Alexandra).

Al fin, Romi nos hizo la señal y pudimos avanzar hasta la siguiente posición, donde una Aleana con la cara traspuesta nos miraba con la boca abierta sin poder creer que estuviéramos ahí. Fue un momento súper tierno y súper bonito, que me lo guardo para mí y para las que ahí estuvimos.
A Ale la queremos porque baila genial, está chaladísima, contagia mucha energía, pero, sobre todo, porque es súper cercana y asistir a su clase es como irte a bailar con tu mejor amiga. La queremos porque la vimos crecer como profesional, desde las primeras prácticas a las que venía con carita de «disculpen que esté acá, voy a intentar que pasemos todos un buen rato, pero dénme una oportunidad y no me coman» (nuestro grupo de Baileactivo de Villalba tiene fama de ser demasiado exigente…), hasta los viernes con la clase llena a las 20:00 porque nos tenía a todos en su bolsillo. A Ale la queremos porque a pesar de tener mil alumnos, sabe el estado de tu muñeca, te pregunta por el viaje de tu papá a Argentina, te recomienda libros y sabe cuál es tu canción favorita para ponértela el día de tu cumpleaños. Por eso, cuando a principios de febrero se nos presentó llorosa en clase para anunciar que dejaba Fitness2U, tuvimos sentimientos encontrados: contentos por ella, que conseguía un trabajo mejor, pero tristes por nosotros, que perdíamos su alegría semanal.
Por eso, cada vez que tenemos oportunidad, el Comando Villalba se desplaza para mover las caderas a su compás (bueno, no, ella mueve las caderas y su columna con vértebras de menos, y nosotras nos movemos como orcas varadas en arenas movedizas).
En fin, después de los besos, abrazos y lagrimillas de rigor, nos quedaba por delante una hora de baile con Ale y Romi, aunque yo creo que fueron 4 minutos, ¡qué corto se hizo!

El Comando Villalba está siempre preparado para atacar. ¿Cuándo y dónde será el próximo golpe? Seguiremos informando.
