Y que cumpla muchos máaaaaaaaaaaaas

Que me encanta cumplir años no es ninguna novedad a esta altura del partido, ¿no?
Pero es que a ustedes también les encantaría cumplirlos si tuvieran los amigos que tengo yo.

Jorge Drexler en La Riviera
Mi cumple empezó el 6 de marzo, viendo a Drexler en La Riviera.

Todo empezó con Jorge @bootproject, quien me dijo “te compré unas entradas para ir a ver a Jorge Drexler, que como mañana es tu cumple, te las quería regalar”. Eso fue el viernes 6 de marzo. O sea, faltaban 23 días aún para mi cumple, pero ya empezaban a caer regalitos, jajajaa. No conocíamos mucho a Drexler, pero nos encantó el concierto. A los pocos días, los de Fitness2U me hacían el segundo regalo, aún por disfrutar: 2 entradas para ir a su spa cualquier día.

Ya este finde sí que tocaba celebrar el cumple.

En el Oktoberfest con las chicas del gym
¡Yo soy Baileactivo!

El viernes por la tarde-noche nos fuimos a festejarlo con las chicas del gym. En realidad, esto de los cumples se nos está convirtiendo en excusa para juntarnos a tomar algo después de clase de vez en cuando, ¡y me encanta! Pero bueno, eso, que el viernes la excusa era mi cumple, así que, allá nos fuimos. Según nos sentamos, las locas estas ¡se desplantan con un ramo de Chupa-Chups y la camiseta del Evolution 14 de Baileactivo! Esta tarde la estreno (la camiseta, que los chupetines se estrenaron esa misma noche, jajaja). Entre risas, anécdotas, cotilleos y risas, muchas risas, se nos pasó la noche. Llegamos a casa muertos, pero contentos.

Desayuhiveando
Desayuhiveando.

El sábado empezó perezoso. Nos levantamos tarde, desayunamos tranquilamente al solecito (¡¡¡al fin, solecito!!!), y hasta echamos unas partidas de Hive (que terminó con empate total. La primera la gané yo, la segunda Edu, y la del desempate, ¡la empatamos!). Se estaba tan bien en la terraza, que decidimos que el invierno había acabado y que le tocaba ya la limpieza de acondicionamiento para la temporada primavera-verano. Entre macetas, regaderas y fregonas se nos pasó la mañana entera. Pero valió la pena, porque quedó impecable (bueno, impecable hasta que la jardinera Meiga decidió que una maceta tenía demasiada tierra, y que había que vaciarla sobre el terrazo recién fregado. Yo no me quejo, ella entiende más de estas cosas).

Sacamos el jazmín a la terraza y Mei busca sombra. O sea, llegó la primavera.
Sacamos el jazmín a la terraza y Mei busca sombra. O sea, llegó la primavera.

Por la tarde sí ya fue más normal: limpiar en casa, dejarse mimar por las gatas, ¡hasta una siesta nos marcamos! En definitiva, dejar pasar el tiempo hasta el momento más esperado del día: ¡la cena en casa de Santás!

Cuando llegamos, no sabía yo muy bien si estábamos en marzo o en enero. ¡Parecía que hubieran pasado los reyes magos por ahí! La mesa toda peripuesta, la casa oliendo a manjares, y la mesita del salón, ¡¡¡llena de regalos con unos envoltorios súper cuquis!!! Dice Ruiz Zafón en “La sombra del viento” que “los regalos se hacen por gusto del que regala, no por mérito del que recibe”. Pues esta gente se habrá quedado muy a gusto. Pero esperen, que me estoy yendo al 29, cuando aún es 28 de marzo. Porque la casa olía a manjares por una buena razón: las artes culinarias de Santás. Pimientos asados con ventresca de atún, pollo escondido, y las míticas tartas. Terminamos de aumentar nuestra capacidad estomacal (Kako y yo le seguimos sacando unos cuantos cuerpos a los demás comensales), al borde de las 12. O sea, ya, oficialmente, ¡mi cumple! Besos, abrazos y a desenvolver regalos. Platitos, cucharitas y bowlcitos de postre, una chapa con una verdad como un templo (“All guests must be approved by the cat”) y tazas de gatitos. A loja do gato preto power!

Santás, exagerada como siempre: ¡tres tartas después de la súper cena cocinó!
Santás, exagerada como siempre: ¡tres tartas después de la súper cena cocinó!

Nuevamente, cuando llegamos a casa ya era tardísimo. La idea era madrugar el domingo para irnos a la sierra, pero habiéndonos acostado a las tres y pico (cambio de hora mediante), lo de levantarnos a las 6:20 se nos antojaba poco apetecible. Así que, desconectamos despertadores y a soñar.

Cuando abrí los ojos al 29 de marzo por trigésima quinta vez en mi vida, asomaba ya el sol por la ventana, las gatas estaban acomodadas fuera del edredón y Edu leía tranquilamente. Tranquilidad que se acabó en cuanto me desperté, por supuesto. Porque puse a todo el mundo en pie, hicimos un te rápido, unas Oreo mal engullidas y a preparar la mochila. Sin mucha esperanza, porque para encontrar sitio para aparcar en Navacerrada o Cotos hay que subir muy muy muy temprano, pero había que intentarlo.

Y tuvimos suerte, porque, ¡había sitio en Navacerrada a las 11 de la mañana! 😮 Se nota que empezaron ya las vacaciones de Semana Santa. Subimos a Siete Picos pisando nieve desde el principio. Dejando atrás el camino Schmidt, ya era difícil encontrar el sendero, pero logramos llegar al segundo pico después de echar de menos los crampones en algún tramo (especialmente cuando había que cruzar la pista de esquí, ¡qué miedito!). Más adelante, echaríamos de menos unos esquís de travesía. Pero la verdad, que la nieve estaba bien para ir andando sobre ella sin mucha dificultad (y para ir bajando luego haciendo el cabra). Lo mejor fue que hicimos casi todo el camino prácticamente solos. ¡Una montaña para dos personas! En algún tramo se hizo pesada la cosa (teníamos las botas y los pies empapados, bastante viento en las cumbres, que no nos dejó pararnos a comer hasta bien entrada la tarde, camino poco claro), pero yo estaba encantada de festejar mi cumple en Siete Picos, una montaña cuyo perfil me acompañaba siempre en mis días de Guadarrama. Puede que sea de mis montañas preferidas de la sierra.
Dejando atrás el séptimo pico, pudimos comer protegidos por unas rocas y todo se vio de otra manera. El camino más claro, cuestas abajo por las que deslizarse como si lleváramos esquís, sendero más ancho que nos permitía dejar atrás la fila india e ir conversando lado a lado.

Comenzamos.
Comenzamos.
Las vistas no estaban nada mal.
Las vistas no estaban nada mal.
El segundo pico.
El segundo pico.
Jélou!
Jélou!
Yo bajo como quiero, ¿vale?
Yo bajo como quiero, ¿vale?
Mirando para Madrid.
Mirando para Madrid.
Otro de los siete picos. Ya había perdido la cuenta de cuál era.
Otro de los siete picos. Ya había perdido la cuenta de cuál era.
Encontramos un glaciar.
Encontramos un glaciar.
La Bola del Mundo al fondo.
La Bola del Mundo al fondo.
El recorrido. Casi 10 kilómetros de monte.
El recorrido. Casi 10 kilómetros de monte.

Llegamos al coche tras cinco horas de marcha. Pero al llegar a casa no hubo ducha porque nos esperaba más deporte. Esta vez, ¡pádel! El viernes el fisio me había dicho que jugara un partidito light el finde. Mejor el sábado que el domingo. Así que, me autorregalé un buen rato de peloteo con Edu, Ger y Antonio. Tras media hora de partido, ¡mi muñeca seguía entera! Vamos, que ya estoy a tope. Cinco horas de montaña (con bastones y alguna trepadita – y un culipatín cuando bajaba del segundo pico, jajaja) y media hora de pádel, y la muñeca decía que vale, que puedo ir recuperando mi vida. ¡Regalazoooooooooo! Si no fuera porque llegaron otros que habían reservado la pista, nos hubiéramos quedado media horita más. ¡Qué felicidad! Aún no le doy como antes, pero bueno, todo se andará.

Ahora sí, ducha, un rato de redes sociales (¡gracias por todos los mensajitos en Facebook, Twitter, Whatsapp, mail, Skype, teléfono y SMS! De verdad, sois geniales), llamadita de Pablo por un lado, y de mis papás y abuelo por el otro, y ya era la hora de cenar. Y, como no podía ser de otra manera, tocaban ñoquis. Terminamos la jornada agotados, con la cara colorada después del solecito filtrado por las nubes que nos acompañaron en la montaña, y con la panza llena de fondeu de queso y ñoquis con salsa gorgonzola.

Y ya, para rematar el día del todo, a la cama con las gatas acomodándose a nuestros sueños.

Un fin de semana perfecto. Un día ideal. Un cumpleaños que resume tan bien porqué me gusta tanto cumplir años. =)