Eso de hacerse propósitos de año nuevo no va conmigo. Yo soy más de vivir el momento, dejarme llevar, querer las cosas cuando las quiero y demás… Pero bueno, este año me dio por ahí a raíz de una publicación de Alejandro Maceira en su Facebook y me propuse (o me reté, más bien) correr 500 kilómetros en 2015. Teniendo en cuenta que el año tiene 52 semanas, eso era aproximadamente unos 10 kilómetros a la semana. O sea, algo que veía factible. Un reto que podía lograr.
Y que lograré.
En 2018, ahora mismo.
Resulta que no estoy saliendo a correr. Nada casi. Entre el pádel (muuuuuuuucho pádel: liguilla femenina con Amelia en PSP, liguilla mixta con Edu en PSP también y ahora, el ránking de la urba, por no hablar de algún otro partido suelto), el gym (síiiiiii, sigo vigoréxica perdida) y la montaña, el tiempo (y las fuerzas) que quedan para correr son más bien escasas.
Para animarme, y monotorizarme y lo que sea, me hice una tabla de excel (¿qué se le va a hacer?, me encanta el excel). Y digamos que mucho no anima. >.<
Con el ritmo que llevo, ahora mismo, 10 de febrero de 2015, llegaría a correr mis 500 kilómetros ¡el 08/01/2018!

Esto no puede ser. A ver si me empiezo a poner las pilas, que, además, tengo aún intención de correr la Carrera del Agua en mayo, ¡y son 10 kilómetros!
Diez kilómetros enteros. Pero bueno, si justo a la vuelta de Malta, mal dormida, mal descansada, mal entrenada y con mi cuerpo deshinchándose aún del calorazo y humedad de la isla, pude terminar una 8k en 53:36 (con un ritmo promedio de 6’43»), digo yo que aún podré llegar al 10 de mayo para correr esos 10 kilometrazos. Y, así, ¡completar antes de 2018 mi #objetivo500!
