Soy la sensación del barrio

Sí, mis vecinos no se aburren conmigo. Ni Javi, tampoco.

Ya hace tiempo que dejaron de hablar de mi aventura con los bomberos. Ahora hablan de la mudanza y, especialmente, de las cinco gatas. Y van a seguir hablando de eso, porque no nos vieron como estábamos la otra noche…

Resulta que me puse a preparar la mochila del gimnasio para el día siguiente. No es algo que suela hacer el día anterior, pero mirá, me dio por ahí. Comprobé que mi cartera estuviera en su bolsillo, y no estaba. Sabía que tampoco estaba en el coche, porque la había necesitado el día anterior y no la había encontrado, así que busqué con más ahínco en la mochila. Nada. Empieza la búsqueda por la casa con igual resultado: nada.

Y de repente «hostia, las bolsas del Carrefour que tiramos esta mañana«. Es algo que hago, meter la cartera en la bolsa de la compra para subirla luego.

Javi y yo, esa misma mañana, habíamos estado tirando cajas de basura al contenedor (ya saben, una mudanza genera mucha mierda) y tirando bolsas del Carrefour al contenedor.

Me quedo mirando con cara de espanto a Javi y vocalizo lo que mi cerebro me intentaba ocultar: «Javi, creo que mi cartera la tiramos esta mañana a la basura con todo lo demás».

Ya en pijama (eran las once de la noche), me calzo unas zapatillas y bajo al contenedor, amparada por la oscuridad. Cuando habíamos echado nuestra basura, el contenedor estaba casi vacío. Ahora, lleno hasta los topes.

Entre resignada y asqueada (y cagándome MUCHO en mí misma), empiezo a sacar bolsas del contenedor donde habíamos tirado nosotros y pasarlas al de al lado.

Había dos hombres buscando algo útil en los contenedores, y al ver la maniobra se ofrecieron a ayudarme. Media hora estuvieron los dos tíos (y Javi, que bajó a ayudar también) rebuscando y rebuscando y rebuscando. A mí me hicieron sostener la linterna, se hicieron totalmente cargo de la situación.

Yo ya quería encontrar la cartera por los documentos, sí, pero también para darles dinero. La verdad que se portaron súper bien.

Pero nada, no aparecían nuestras bolsas. Sí otra basura que habíamos tirado, pero no eso…

Me subo a casa derrotada, pensando en llamar a ING para cancelar tarjeta y demás trámites.

Vuelvo a rebuscar en casa. Nada.

Vuelvo a rebuscar en mi memoria: después del Carrefour le compré un paraguas de chocolate a Aleana justo antes de entrar a clase. O sea, rayo de esperanza.

Vuelvo a rebuscar en mi bolso del gym… Oops. Cartera founded.

Me bajé a darles las gracias a los dos hombres que me habían ayudado (provista de 20 euros), pero no los encontré.

Tampoco me encontré a ninguno de mis vecinos, pero esto sí lo agradecí. Porque yo no había caído, pero las dos veces que conté esta historia, las dos personas me dijeron «eres la sensación del barrio». Y no pude más que darles la razón…