Por si alguien no lo había notado, me encanta viajar. Sola, acompañada, cerca, lejos… Da igual, me encanta.
Y como buena viajera low-cost, últimamente ando mucho de albergues. Sin considerarme una experta en la materia, te (y me) dejo algunos tips para sobrevivir a unas vacaciones en hostels:
- Eligiendo nido. Una vez elegido el país de destino, hay que buscar casa. Yo suelo mirar dos o tres opciones, comparar precios y, aún más importante, opiniones. Tripadvisor, Foursquare, Google Places, Twitter y cualquier otra fuente de información fiable determinan a qué hostel iré a parar. Me fijo en cosas como la cercanía al centro/puntos de interés, criterios de sostenibilidad del hostel, facilidad para llegar en transporte público, opiniones sobre el hostel en general y las camas y duchas en particular, la disponibilidad de wifi, etcétera.
- Candado. En mi viaje a Praga me estrené con la cuestión del candado, aunque la verdad es que anduve por casi todas partes sin él. En los hostels tienen taquillas donde poder dejar tu mochila mientras paseás por la ciudad, y un candado es un extra de seguridad que ayuda bastante a salir sin pensar si tendrás todo cuando vuelvas al albergue. No suele haber problemas, pero prevenir es curar.
- Mochila, keep it simple. Todos habremos oído eso de «Una maleta no se llena de ropa, se llena de ‘por si acaso’«. Cuando se trata de la mochila, esa máxima ¡hay que dejarla de lado! En la mochila meté lo mínimo imprescindible. Tanto si vas a ir recorriendo varios hostels como si vas a estar solo en uno. Tanto si vas a estar una semana como dos días. Cuanto más pequeña sea la mochila que te lleves, mejor. Lo vas a agradecer cuando tengas que cargártela a la espalda para llegar al hostel o a la estación de tren/bus/aeropuerto/puerto, cuando tengas que meterla en la taquilla, cuando la uses de almohada en las esperas…
- Al agua, pato. La hora del baño puede ser un verdadero coñazo en un hostel. En la mayoría te alquilan toallas, que es mucho mejor que llevarla desde casa, a mi forma de ver (por aquello de mantener pequeña la mochila), pero no chanclas. Yo misma no me hago caso en esto, porque no me llevo nunca chanclas, pero sí que es mucho más cómodo que tener que hacer malabarismos sobre las zapatillas, intentando evitar que se te mojen cuando te metés en la ducha. Otro malabarismo que se puede vivir en este momento es cuando te das cuenta que tenés un solo colgador para la ropa que llevás puesta, la que te vas a poner y la toalla. Imaginación y destreza al poder. Ah, y lo mejor, un neceser que se pueda colgar con shampoo, acondicionador, peine, desodorante, cepillo y pasta de dientes, etcétera.
- Agua. Yo no sé porqué, pero por la noche, en los hostels, hace mucho calor. Tener una botellita de agua a mano para aplacar la sed que suele atacarme a mitad de la noche, un must.
- Contando ovejitas. La hora de dormir… Un momento peliagudo. Llegás de estar de pateo todo el día, te ponés tu pijama, te lavás los dientes y te metés en la cama. Yo suelo leer un rato antes de dormir, y para no molestar a las demás de la habitación, leo en el móvil, así no tengo que encender la luz. No me solía despertar ni cuando las gatas se ponían en celo, así que los ruidos no me molestan, pero si a vos te despierta el más mínimo sonidito o el más ínfimo rayo de luz, llevate tapones para los oídos y un antifaz para cubrirte los ojos. Y, por favor, si vas a poner el despertador a la mañana siguiente para poder aprovechar el día al máximo, apagalo en cuanto te despiertes y dejá tu ropa preparada por la noche, que en las habitaciones compartidas, tu libertad acaba donde empieza la cama de los demás.
- Bolsas everywhere. Ok, estamos concienciados en que las bolsas de plástico son el mal. Hasta ahí, todos de acuerdo. Peeeeeeeeeeeeero, cuando te vas de albergue, las bolsas son tus aliadas. Para la ropa sucia, para las botas, para las zapatillas, para las chanclas, para usarlas de chubasquero, … Las bolsas tienen mil usos. Si les diéramos todos los posibles, las bolsas de plástico serían mucho menos mal.
- Tu smartphone, tu mejor amigo. Yo no sé qué haría sin mi móvil. Lo uso para planificar el viaje, para sacar fotos, para calcular el cambio de divisas (bueno, el principio. Luego ya me resigno y pienso en la moneda del país, sin hacer cálculo alguno), para hacerme listas de lugares a visitar en Foursquare, como guía turística, como ebook durante el viaje y en las noches de hostel, para estar en contacto con mis amigos (vía Twitter, Facebook, Skype, Whatsapp, mail), para recibir info de cómo están las gatas, para compartir mi viaje en mis redes sociales (aunque alguno muera un poco de envidia, jajaja), para sacar las tarjetas de embarque de los vuelos, hasta para ver alguna peli. Mi móvil es mi todo. Cuando estoy de viaje, el cargador se viene conmigo las 24 horas del día, por si puedo gorronear electricidad en alguna parte (bar, restaurante, estación de tren, …).
- Keep calm and be nice. Cuando te vas a un hostel, vas a compartir habitación con otra gente. Y esto tenemos que llevarlo bien interiorizado. Porque la keyword es «compartir». Compartir ronquidos, luces, enchufes, … Todo eso es inevitable, pero lo que más mola compartir es lo que sí es evitable: hablar con la gente de tu habitación. Cuando empecé a dormir en albergues, no hablaba con nadie (ya saben, mi timidez me lo impedía). Pero siempre hay alguien que te saluda, que te pregunta de dónde sos, que te da un poco de conversación. Y así terminé cenando con una ex-profesora noruega de 63 años y una australiana que no sabía ubicar Argentina en Split (Croacia), probando por primera (y última) vez el sushi con unos ingleses en Menorca, celebrando la Navidad con dos argentinas en Praga, pateando la ciudad con unos mexicanos en Budapest, cenando a la luz de las velas en un italiano (no era una cita, pero nos quedó así de romántica la cosa) con un francés en Menorca, desayunando con nos rusos en Zagreb (Croacia), bebiendo una pomada con un grupo de catalanes en Ciutadella, … Es decir, ¡abrite a tus compañeros de habitación!, puede molar mucho.
- El poder eléctrico. Se han librado verdaderas batallas por el control de los enchufes. Se supone que en los hostels, cada cama tiene el suyo, pero esto no siempre es así. Por ejemplo en el que estuve en Praga, Mosaic House, teníamos uno por litera en la zona en la que estaba yo. En estas circunstancias, quien cayera (dormida) antes, al día siguiente se encontraba con el móvil al 20% de batería… Amigos, llámenlo como quieran: triple, ladrón, regleta, cacharro para poder enchufar tres cargadores en un único enchufe… Como quieran, pero llévense uno en la mochila, porque quien domina el enchufe, domina el mundo.
Y eso es todo, amigos. ¡Espero acordarme de mis propias palabras la próxima vez que me vaya de albergue!