Pues sí, soy una llorona. No tengo ningún problema en reconocerlo. Lloro con los libros, lloro con las pelis, lloro con ciertas noticias de la tele… Lloro.
Y, sobre todo, lloro cuando me pasa algo malo. Ante una adversidad, lo primero que hago es soltar el llanto. No sirve de nada. No es parte de la solución. Sé que es un valioso tiempo perdido. Pero bueno, lloro.
Si algún día te llamo llorando (más de uno y más de dos lo habéis vivido), me dirás «no llores por eso». Y sé que tenés razón. Pero mi primera reacción es llorar. Como ayer, cuando llegué de la playa y descubrí mi coche abierto y mi mochila, con mi iPad, dos de mis tres sujetadores favoritos, un par de mis camisetas más queridas, las últimas zapatillas que me compré, mi único cepillo de pelo, el ultramegasúpernecesario aftersun y alguna cosa más, desaparecidas del maletero.
Si algún día te llamo llorando, terminaré la conversación riendo. Porque vos digas una tontería o porque la diga yo, da igual. Es decir, el llanto me dura un rato. Es el momento de asimilación y de volver a ser la persona resolutiva, pensante y centrada que requiere el momento.
Así que, cuando me pasa algo malo, primero lloro, me limpio por dentro y luego ya estoy en condiciones de tomar medidas (cancelar la tarjeta del banco, hacer la denuncia, jurarme por mis huevos que voy a bajar el colesterol o lo que haga falta).
Y si te llamo llorando es porque sé que me vas a escuchar, que me vas a decir «no llores», que me harás soltar la risa por tu tontería o por la mía, que te vas a preocupar por mí y que, cuando ya no esté llorando, te vas a reír conmigo de mi llanto y de mi desgracia. Desgracia ya digerida y, por tanto, susceptible de ser risible, claro.
Porque así como soy una llorona, suelto la risa fácil. Será que la sangre latina me da por ahí, por ser apasionada en mis tristezas y en mis alegrías. Menos mal que las primeras duran menos que las segundas. ^^
Así que, ahora mismo, ya tenéis todos permiso para reiros de mi iPad robado, de mi parada a las doce menos cuarto de la noche en el Opencor de Villalba para comprar un cepillo de pelo (también podéis reíros de que no tenían cepillos y tuve que comprar un peinecito de mala muerte), de mi aventura buscando una comisaría (que eso da para otro post), de… Venga, os dejo que nos ríamos de lo que me causó el llanto ayer.
Por cierto, a la amable persona que tiene ahora mi iPad…
