Bueno, soy una persona alegre y me gusta ver el lado bueno de las cosas. Tanto como decir «soy feliz» no, que pa mí la felicidad es un estado momentáneo y uno una condición eterna. «Estoy feliz» es más acorde que «soy feliz», pero este título hace referencia a una canción de Vetusta Morla.
La cuestión es que estoy feliz. El 2011 fue tan intensísimo que casi ni aparecí por acá. Tengo mucho por contar, pero voy a empezar por el final. Y el final es antes de ayer, 9/12/2011.
Este verano fui al primer concierto de Vetusta Morla. En Valencia, con Edu. El concierto fue genial, llevaba mucho tiempo con ganas de oírlos. Y la compañía de Edu siempre es motivo de alegría, así que, «genial» se queda corto. Me quedé a pasar el finde allá en Valencia y al poco de volver a Madrid leo un tweet de VM diciendo que tocarían en Madrid el 9/12. Le digo en coña a Edu «¿qué, vamos?» y compró en ese mismo momento las entradas. 1 de agosto era. Desde el 1 de agosto esperando que llegara el 9/12.
Cuatro meses después, ahí estábamos David Ojos, Edu y yo haciendo cola para entrar a La Riviera. En Madrid hacía un frío del carajo, y más al lado del río. La cola era inmensa. Pero mi sonrisa y mi ilusión podían con eso y con más. Sin embargo, lo que vivimos ahí dentro… Buah, no sé pa qué me lío a escribir un post, porque me quedé sin palabras (y sin voz, como manda la tradición).
Hace un tiempo ni siquiera conocía a Vetusta Morla. Edu llevaba dando el coñazo con el grupo desde que intercambié dos palabras con él. Y cuando fuimos a Monasterio de Piedra, al despedirnos, me dio un CD de ellos. Le dí una oída por mi amistad con él, pero tampoco es que me entusiasmaran demasiado. El ir sin buena señal en la radio hasta casa y el repeat y repeat y repeat del viaje hicieron el resto: enganchada. Me aprendí las canciones a base de escucharlas y reescucharlas.
Asociaba las letras a muchos momentos de lo que me iba pasando: «dejarse llevar, suena demasiado bien«, «mírame, soy feliz, tu juego me ha dejado así; disfrazar, seducir, ponerme guapo para tí«, «no hay valor para marcharse, miedo a llegar«… Vetusta Morla me acompañó en ese final de 2010 y 2011 lleno de cambios, como también me acompañó Edu. Por tanto, un concierto de ellos con él podía difícilmente mejorarse. Hasta que David compró su entrada. Bingo. Ya sí que era inmejorable. ¡Un concierto del grupo que más me gusta con mi novio y mi mejor amigo! De repente, tenía 15 años otra vez.
Aún así, David, Edu y las otras más de 2000 personas que había en el concierto desaparecieron a las 21:30. «Ábrelos, ábrelos despacio. Y qué ves, dime qué ves si hay algo«. Dos horas y pico cantando a voz en grito, viviendo cada palabra, cada acorde, cada sensación, reviviendo este grandioso 2011 (que merece una entrada aparte). A veces miraba al público. Nosotros estábamos a un lado, en unas escaleras que me permitieron ver casi todo el concierto el escenario, en vez de lo que suele ser habitual (o sea, cabezas y hombros por doquier). La gente saltaba, cantaba, levantaba los brazos, seguía a Pucho en sus «de la palmera para acá, ‘lalalala’, de la palmera para allá, ‘lolololo’«.
El concierto terminó. Se metieron todos los integrantes y el público seguíamos cantando. Queríamos más. Y había más. Volvieron a salir para otras cinco canciones. El concierto fue tan genial, que hasta que no salieron al bis a cantar «Lo que te hace grande» o «Sálvese quien pueda» no me había dado cuenta que no las habían tocado. ¡Con lo que me gustan! Jajaja, bueno, me gustan casi todas. En cuanto sonaban los primeros acordes de cada una de las 20 canciones me inclinaba sobre David para decirle, toda exaltada (sí, sí, en plan teenager total!), «¡¡¡Me encanta esta canción!!!».
Sin embargo, «Cuadratura del círculo» no me gustaba mucho, pero acabar el concierto gritando a todo gritar «Buenos Aires, Argentina, no llores por mí más«, con el bidón, la gente, el AMBIENTAZO… Buah, tengo que volver a verlos.
Pero lo bueno no se acababa ahí. Porque pude seguir disfrutando de la compañía de Edu todavía unas cuantas (siempre pocas) horas más, hasta que se volvió a Valencia ayer por la tarde.
Este post es sobre Vetusta Morla. Sobre lo bien que me lo pasé con ellos, con David y con Edu. Pero también es para agradecerle a David el hacerme tan feliz (os tengo que contar, os tengo que contar, que en tres meses le dio tiempo a cumplir muchos de mis sueños). Pero, especialmente, para agradecerle a Edu el hacerme tan feliz. Feliz cuando me dijo «¿Tú puedes ir? ¿Quieres ir? Pues no se diga más. Vamos». Feliz porque David le cae bien y viceversa, feliz porque sé que por muchos cambios que haya en mi vida, él siempre está, estuvo y estará ahí. Feliz porque me alegro con su felicidad más que con la mía propia.
Feliz porque es mi amigo.
Por eso, mírame, soy feliz.