Si me esforzara, podría saber qué día, exactamente, lo empecé. Si no fuera porque hacía mucho calor, hoy lo hubiera acabado.
Hablo del puzzle de 2000 fichas que llevo unos 2000 días armando: «Mujer con abanico», de Klimt.
El puzzle es difícil. Por la imagen y también por la forma de las fichas. No sé, es muy raro. A quien le gusta mucho es a Michelle. Tuve que comprar una especie de mantel plástico para taparlo cuando no lo armo. Y desde que lo tapé hace año y medio, casi no lo toqué.
Sin embargo, al terminar los exámenes, me dieron ganas de volver a él, y en ello ando. Obviamente, me dan las tantas acomodando fichas, quitándole fichas a Mich de la boca (esta mañana casi me arranca un dedo), viendo aparecer un cuello, una flor, un trozo de vestido… Me encanta armar puzzles. Esta mañana, por ejemplo, me levanté y me puse con él. Lo tengo bastante avanzado, mañana lo podría haber terminado.
La cuestión es que en el cuarto donde lo armo hacía hoy muchísimo calor. Mucho mucho. Tenía las ventanas abiertas de par en par, pero no corría ni una brisa. Así que, imagino que por eso, la pobre mujer decidió aprovechar que ya tenía flores, vestido, pelo, plumas… y abanico para refrescarse un poco.
Yo estaba fuera con Michelle, viendo la tormenta que se acercaba, cuando la modelo de Klimt empezó a abanicarse. Se debe haber empleado a fondo porque cuando llegué al cuarto me la encontré volada. Había fichas por todas partes. La esquina superior izquierda estaba doblada y replegada sobre la esquina inferior derecha. No quedaron dos fichas juntas… Intenté recuperarlo, pero logré solo comprobar que aquello era imposible.
Ahora la tengo castigada, retorcida sobre sí misma, con la esperanza de que mañana la cosa vaya mejor y se salve de volver por siempre jamás a su caja.
Espero que entienda, si algún día vuelve a tener plumas, cuello, pelo y demás, que el abanico ¡es solo un adorno!, por mucho calor que haga.