Dos mujeres hablando

Manzanas de diseño, azules, con tachas verdes y un ojo central amarillo, adornan mi mesa. Las he decorado sin manos, con el generador de tres dimensiones.
Vendrá mi hija a tomar el té, me hará una visita virtual. En estas visitas, que son de aire y sensaciones vaporosas, nos ponemos al día y nos contamos todo lo que ocurre en nuestros mundos. Yo le cuento siempre de los árboles naranjas con plumas de cisne que adornan el jardín, ella me cuenta de su infatigable búsqueda, de la búsqueda del pasado perdido; aquel en que las manzanas se cultivaban y se sacaban una a una del árbol. Aquellas manzanas eran imperfectas, salvajes, con algunas picaduras. Quizás ahora no podríamos saborear una, nos resultaría demasiado natural y con un gusto antiguo y muy picante.
Se oye desde afuera el sonido gutural de las grullas. He inventado grullas, y patos; algunos pequeños ciervos enanos corren por el fondo de mi casa. Son todos imaginarios, han nacido y se han plasmado desde mis sueños. Podemos conectar nuestras mentes al generador de pragmatismos y traernos del sueño lo que nos plazca. A veces corremos el peligro de traer al mundo algún monstruo o algún ser maligno; debemos defender la puerta que comunica el mundo real con el onírico. Es un juego fascinante y complicado, pero es el precio que pagamos por hacer realidad los sueños.
Tengo 70 años. He vivido la época de los ríos verdaderos, de las marismas, de los senderos con pinos en las montañas, de la pleamar y la arena con conchas de las playas patagónicas.
Hoy, todo eso perdura en la visión vigilante de las bibliotecas multidimensionales, somos capaces de estar de a ratos en el mar de la China, o con los japoneses, en el sur antártico, aún podemos allí ver ballenas, podemos en un minuto de ubicuidad ver a la vez la playa anterior a la devastación, de Tailandia, los caminos al Everest, la Torre Eiffel, todo allí se conserva y puede recrearse.
Mas, en realidad, nada de nuestro mundo es tangible, tal como se ha entendido ese criterio hasta el siglo anterior, nada.
Un gran deterioro del planeta ha convertido los mares en charcas polutas, los ríos ya no corren en su lecho y se han desmadrado sobre las antiguas ciudades. Se ha implantado el reino del abandono en los caminos transitados por los pastores y los agricultores ya no tienen tierras para arar, el mundo se ha reducido a un conjunto inverosímil de escarcha y niebla, no hay plantas ni animales.
Las antiguas ciudades se distinguen como restos arqueológicos en medio de dunas estériles, no hay ni luz ni oscuridad, solo un telón naranja sucio en el cielo sin estrellas, un telón sin variaciones, como una gran lona.
No hay bosques, no hay salinas, no hay cascadas ni peces en el río, no hay camalotes, ni charcas con ranas, no hay más que antiguos fósiles de pastizales.
Pero nosotros, nosotros, la raza eterna, sobrevivimos; el hombre no se rinde ni ante la desaparición del planeta.
Nos hemos refugiado en el mundo de los sueños construidos a base de tecnología, hemos construido nuestros refugios y estos refugios son mágicos. Hemos reinventado y mejorado la flora, hemos inventado animales y hemos atesorado el recuerdo de los ruidos, los colores, los olores y las sensaciones para armarnos nuevamente un mundo que se pueda vivir.
Llega mi hija. El té inventado en las tazas de porcelana inventadas y mi hija, que nunca ha existido, o que sí, ya no lo recuerdo, entra virtualmente por una puerta que acabo de diseñar en la pared, una puerta abierta a mi capricho, de color esmeralda.
Ella me besa. Su beso sabe a azúcar, recuerda a aquella azúcar que ponía mi abuela en el arroz con leche. Siento su olor, tan cerca de mí. Le pregunto por sus cosas, por sus tareas, nos sentamos, como si estuviéramos en el siglo XIX, la misma celebración ancestral, aunque las dos estemos a 10.000 kms de distancia, y practicamos el viejo rito de la conversación entre mujeres.
Aun se puede ser feliz, aun podemos inventar, aun somos dos mujeres hablando.


Aportación de mi mamá, Mónica Irene López, al concurso «¿Cómo ves la vida dentro de 20 años?«, englobado en el Eje Tener o SOStener de la II Semana de la Sostenibilidad de Rivas.
El mío lo podés leer acá.